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El Estado Profundo

En el panorama geopolítico contemporáneo, la escalada de tensiones entre Estados Unidos, Reino Unido, Francia y el bloque liderado por Rusia y China ha despertado preocupaciones sobre un posible conflicto de proporciones catastróficas, incluido el uso de armas nucleares. Esta dinámica se enmarca en una competencia estratégica por el control político, económico e ideológico del sistema internacional. Geopolítica Digital 



Desde la Casa Blanca, el presidente Joe Biden lidera una política exterior que ha sido señalada como catalizadora del conflicto, particularmente en el marco de la guerra en Ucrania. Según analistas, detrás de Biden operan figuras influyentes del Partido Demócrata, como los expresidentes Bill Clinton y Barack Obama, cuyas redes de influencia se extienden a conglomerados corporativos que modelan las decisiones estratégicas de Occidente.  

La confrontación en Ucrania ha expuesto el choque de intereses. Una eventual victoria de Rusia en este conflicto podría debilitar estructuras clave de Occidente, como la OTAN y la Unión Europea, instituciones cuyo presupuesto combinado para defensa supera los $1.5 billones de dólares anuales. Este hecho preocupa a las élites occidentales, pues no solo amenaza su hegemonía militar, sino también la estabilidad económica que sustenta su poder.  

Por otro lado, Rusia, liderada por Vladímir Putin, y China, bajo la presidencia de Xi Jinping, han consolidado un eje estratégico. Ambos países han fortalecido su cooperación militar y económica, como lo demuestra el incremento del comercio bilateral, que superó los $200,000 millones de dólares en 2023, y ejercicios conjuntos en zonas de influencia clave.  

El impacto potencial de una desestabilización de las instituciones occidentales es significativo. En Europa, por ejemplo, los países de la OTAN aportan colectivamente más del 3% del PIB global al presupuesto militar, una cifra que podría disminuir si se fractura la alianza. Además, una derrota en Ucrania supondría un golpe devastador a la narrativa de superioridad militar y política de Occidente, debilitando su capacidad para intervenir en otros escenarios estratégicos como el Indo-Pacífico.  

La actual situación refleja la peligrosa convergencia entre intereses políticos y económicos que, en aras de mantener la hegemonía, priorizan la confrontación sobre el diálogo, aumentando los riesgos para la seguridad global.

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